La mayoría de pacientes, a día de hoy, no tienen acceso a sus datos médicos. En muchos hospitales, las historias clínicas siguen en carpetas –que a veces aparecen y desaparecen misteriosamente- y en los casos en los que estas historias están digitalizadas, el paciente no tiene forma de conocer qué pone en ellas. Es más, aún y con la digitalización, las historias de Atención Primaria de un paciente no suelen estar vinculadas a las de las consultas externas hospitalarias o a las de atención especializada. Eso provoca, entre otras cosas, que el paciente que va a consulta –y que en ocasiones no se encuentra bien- tenga que repetir una y otra vez las operaciones que ha sufrido, los antecedentes o las alergias a medicamentos.
Más allá de eso, al final, la información de los pacientes, que es información sensible y privada, no está en las manos de los pacientes. Pero todo eso podría cambiar con Blockchain. La tecnología de bloques permitiría que los propios pacientes fueran los dueños y gestores de sus datos clínicos y que lo pudieran hacer de forma segura. Los médicos autorizados podrían acceder a esos datos cuando fuera necesario, y facilitaría el traslado de historias, por ejemplo, cuando un paciente pasa de la sanidad pública a la privada o cuando cambia de Comunidad Autónoma (en el caso de España). Además, el hecho de poder unificar todos los datos podría servir para mejorar y enriquecer los diagnósticos, e incluso, para facilitar la comunicación ente facultativos para afinar una decisión final.
Otra ventaja es que a esos datos se podrían añadir los recogidos por el propio paciente en wearables (como las pulseras tipo fitbit), los datos de mediciones (glucosa, ritmo cardíaco), los periodos menstruales, etc.
Además, el uso de una tecnología de bloques también permitiría que los pacientes pudieran ceder datos, si así lo desearan, a ensayos clínicos u otros estudios estadísticos, con la seguridad de que sus datos siguen bajo su control.
Un ejemplo de uno de estos sistemas es el que ha puesto en marcha la compañía estadounidense Medichain.
Todo esto, claro está, viene sujeto a dos premisas indispensables en la asunción de nuevas tecnologías. Por un lado, el escepticismo sobre la eficacia y seguridad de esta tecnología que, como buena autocrítica, nos invita a estar atentos al devenir, ya no solo de su desarrollo, sino también de su uso. La segunda premisa es la propia tecnología en sí, porque no sabemos cuánto tardará en ser capaz de, por ejemplo, descifrar la información criptografiada dentro de un bloque y qué supondrá eso en el futuro de la propia tecnología. Porque el mayor punto débil de Blockchain es que la información allí registrada no puede borrarse nunca. Y en el futuro, si los ordenadores cuánticos llegan a desarrollarse como está previsto, no resultará muy difícil romper una cadena de bloques y liberar toda la información. Y es que en Blockchain no existe el derecho al olvido.