Hace más de 10 años que empezamos a hablar de la e-salud y la telemedicina y de la manera en que podía cambiar la asistencia sanitaria. Durante esta década se han sucedido las experiencias piloto y las pruebas de concepto, el desarrollo de herramientas tecnológicas y, sobre todo, mucha conversación y discusión. Sin embargo, en la salud virtual han sido más las palabras que los hechos. Hasta que llegó la pandemia.
La Covid-19 ha espoleado a los proveedores sanitarios a utilizar la tecnología digital para ofrecer atención médica al tiempo que se garantiza la seguridad de profesionales y pacientes manteniendo el aislamiento y la distancia física. Ha sido un fenómeno a escala mundial propiciado por el cierre de centros sanitarios y el objetivo de frenar la propagación del virus en uno de los espacios con mayor riesgo de contagio: el entorno hospitalario.
La mayoría de los países ha recomendado a sus ciudadanos que, en la medida de lo posible, buscaran ayuda médica a través de soluciones telemáticas. También en España se ha priorizado la atención telefónica o por medios virtuales, aun cuando en la mayoría de los centros, especialmente en los del sistema nacional de salud, no cuentan con plataformas específicas para ello.
Teleconsultas a demanda para hacer triaje de casos facilitando la protección de pacientes y profesionales; comunicación 24/7 entre médicos y pacientes en cuarentena a través de teléfonos inteligentes o ordenadores con webcam; uso de comunidades digitales para dar respuesta a dudas simples de pacientes confinados, algoritmos automatizados para estandarizar screenings y establecer patrones y protocolos; tabletas para hacer seguimiento en las habitaciones de los enfermos aislados; sanitarios confinados que han podido seguir ofreciendo servicios de forma remota… Son solo algunos de los ejemplos de cómo la pandemia ha acelerado la adaptación de sistemas virtuales de asistencia sanitaria.
La situación ha favorecido el uso por parte de los profesionales de sus dispositivos móviles personales como prolongación de la consulta. Muchos especialistas reconocen en privado que durante el confinamiento han flexibilizado sus reticencias a la relación virtual con sus pacientes ante la avalancha de dudas y la inquietud generalizada que ha causado el SARS-CoV-2. Llamadas y videollamadas, e-mails, intercambio de fotografías a través de servicios de mensajería y conversaciones en redes sociales, hasta ahora habitualmente vedados como canal asistencial, han irrumpido en la relación médico-paciente.
El sector privado, por su parte, más adelantado en el desarrollo de este tipo de desarrollos está siendo testigo de un auge sin precedentes en el uso de aplicaciones de telemedicina.
¿Estamos asistiendo al impulso definitivo para la adopción generalizada de la telemedicina? La respuesta fácil es pensar que sí, pero hay todavía muchos interrogantes por despejar. ¿Están resueltas las cuestiones legales y regulatorias? ¿Está el sistema de salud en condiciones de integrar estas soluciones en su cartera de servicios? ¿Qué opinan los profesionales? ¿Y los pacientes? Y ¿cuál es la inversión necesaria? La cuestión clave en los próximos meses será determinar cómo avanzar en la agenda digital sanitaria mientras el sistema se prepara frente a otra eventual pandemia.
Isabel Perancho. Consultora Estratégica en Comunicación y #MediaFuturist.