El pasado 21 de noviembre se celebró el Día Mundial de la Televisión. Una celebración cuando menos curiosa porque los días mundiales suelen aprovecharse para dar a conocer un tema olvidado, en nuestro sector una patología; o bien para llamar la atención de la sociedad sobre un problema por resolver y/o remediar. Una situación que no creo que sea el caso de la televisión, que lejos de morir por las nuevas tecnologías, se ha sobredimensionado de tal manera que hablamos de la doble pantalla; es decir, ver la televisión con el móvil para compartir y comentar contenidos en directo —el caso de Eurovisión es un clásico—; de usar la televisión como soporte para conectarnos a Internet y ver contenido personalizado en el momento que puedo y quiero, e incluso hasta de tener que pagar para poder ver determinados programas de la televisión.
Pero este no es el tema. El tema es el valor de lo audiovisual para tratar de reducir la brecha digital y, en concreto, en el ámbito sanitario. Si retomamos el #hilo del Día Mundial de la Televisión, y reflexionamos sobre un tuit que leí en Archivos de RTVE sobre el programa “Más vale prevenir”(*) cabría plantearse: ¿cuál fue la contribución de este programa televisivo a la educación sanitaria de los españoles?, ¿era más accesible la información sanitaria televisiva que la información escrita?, ¿se podría medir su impacto en la mejora de los índices de calidad de vida de los pacientes? ¿Y en la salud en general de los españoles?
Lo que está claro es que “Más vale prevenir” en la época actual, además del programa en televisión, contaría con un perfil en Twitter, Instagram y Facebook; su propio canal en YouTube, valoraría estar en Vimeo; incorporaría audioconsejos en Ivoox; en Google Plus también por aquello del posicionamiento; contaría por supuesto con un blog; y en todos estos canales se trabajaría por crear una comunidad en torno a sus contenidos de información sanitaria. Comunidad con la que se relacionaría, obtendría feedback de sus acciones informativas, podría medirse el impacto de las mismas, potenciar lo que funciona y cambiar lo que no interesa. Podría discutirse también si “Más Vale Prevenir” dispondría de una publicación escrita en soporte papel, que yo diría que sí y apostarían por ello; ya que aún hay un grupo de personas que no quieren o no han incorporado lo digital a su haber y prefieren informarse en papel.
Estaríamos hablando, para no perder el hilo inicial, que hemos pasado de la televisión analógica como el gran medio de masas —la caja tonta creo recordar que se le llamaba también coloquialmente— a la televisión digital con una hipersegmentación de la audiencia, con un mayor conocimiento de los televidentes y, por tanto, con la posibilidad de personalizar el contenido, obteniendo mayor impacto, repercusión y retorno.
En el ámbito farmacéutico, y para concluir este editorial audiovisual, considero que se viene trabajando de forma interesante la difusión de contenidos sanitarios en formato audiovisual. Desde la labor que realiza la Boticaria García en 20 Minutos con la emisión de un videoconsejo cada jueves; los videoconsejos de Quemedaspara con Lucía Arroyo e Ismael Migoya, quienes colaboraron durante un tiempo con El País; el canal youtube Pharma 2.0 con más de 5 millones de visualizaciones; y sin olvidar tampoco iniciativas institucionales como el canal del Colegio Farmacéuticos de Sevilla con su célebre vídeo Cómo poner un supositorio con cerca de 700.000 visualizaciones o los videoconsejos #TuFarmacéuticoInforma de cada viernes del Consejo General de Farmacéuticos.
Lo malo de enumerar o poner ejemplos es que alguien siempre se queda fuera, pero si este es el caso y considera que debería estar en la lista, hacérmelo saber, que yo en clase no atendía, pero si me ponían un video…
(*) Nota del autor. Para la gente de mi quinta en adelante huelga explicar qué es “Más vale prevenir”, pero para los millenials debo decir que se trataba de un programa televisivo de cabecera presentado por el Doctor Sánchez Ocaña que podría considerarse el precursor de los programas televisivos de divulgación sanitaria.
Por Carlos Jardón